Ante las preguntas planteadas por las Pripublikarrak con motivo de proyecto sobre las mujeres trabajadoras de la fábrica de Artiach:
¿Cuál es la situación laboral de la mujer en la actualidad?
¿En qué ha cambiado la situación laboral de la mujer en la sociedad de servicios en comparación con la época industrial?
Las Artísimas creemos que no tenemos datos suficientes para responder de manera concreta a las mismas, pero queremos aportar algunas reflexiones en torno a la cuestión laboral que forma parte central de nuestras preocupaciones como artistas.
Opinamos que el concepto "mujer" encajona y limita a las muy diferentes mujeres que viviendo en Euskal Herria atravesamos diversas y variopintas situaciones laborales. Las variantes de etnia, sexo y clase social que atraviesan el mundo laboral son aspectos determinantes con los que nos encontramos a la hora de acceder o no a un puesto de trabajo determinado. Aquellas que pertenecemos a la clase trabajadora, observamos una idea que marca indiscutiblemente nuestra situación laboral actual:
la precariedad que sufrimos más de la mitad de las mujeres ocupadas del territorio, acompañada ésta por
el paro y pobreza que mayoritariamente padecemos las mujeres.
Por otro lado, creemos que al plantear la cuestión como "situación laboral", se excluye automáticamente el trabajo doméstico que realizamos las mujeres. La producción doméstica genera riqueza aunque esta no es remunerada ni contabilizada A las mujeres nos contratan o despiden no tanto por nuestro trabajo más precario sino por la riqueza que producimos fuera de él, es decir, dentro del hogar. Parece claro que a los países les interesa más la riqueza generada por las mujeres dentro del hogar que en su puesto de trabajo.
Además, el trabajo doméstico de la mujer hace de colchón para que no existan tensiones en el mercado laboral. De esta manera, también las instituciones publicas ahorran en servicios e infraestructuras sociales (guarderías públicas, comedores infantiles, residencias para la tercer edad....) Los gastos sociales de los presupuestos públicos se benefician del mayor trabajo de la mujer.
Hay que tener en cuenta que el trabajo es algo más que la jornada laboral remunerada en un "mercado oficial", que éste puede ser remunerado o no, y que dentro del primero se encuentran dos realidades económicas muy diferentes: la oficial y la sumergida.
Las tasas de actividad variarían si incluyéramos el trabajo domestico que realizan las mujeres. De cada diez, siete mujeres son consideradas "inactivas" porque no están apuntadas en las listas del INEM. De las tres mujeres restantes "activas" por estar reflejadas en el mercado laboral, demandantes de empleo, una se encuentra en el paro y dos tienen trabajo.
En las encuestas de población activa las personas activas son las ocupadas y paradas las que hacen gestiones para incorporarse al mercado laboral. Las personas inactivas son las estudiantes, pensionistas, discapacitadas y amas de casa. Por tanto, aparece la descalificación social e institucional del trabajo doméstico, se legitima la idea de "mujer en casa" igual a "mujer no productiva", siendo, curiosamente, el trabajo que realizan las mujeres dentro del hogar básico para la supervivencia, el desarrollo humano, la calidad de vida y la calidad de la fuerza de trabajo.
Observamos que la necesidad de cuantificar el trabajo doméstico no remunerado es un paso previo a la consecución de la igualdad entre mujeres y hombres y que lo importante no sólo es la remuneración, sino el verdadero reconocimiento social y el reparto del mismo.
Cuando las mujeres salimos al mundo laboral en busca de empleo, los obstáculos con los que hoy en día nos encontramos las consideradas "activas" son mayores que los de los hombres:
En primer lugar
la doble jornada laboral (si has optado por dedicarte al arte ésta se convertirá en triple o cuádruple si tenemos en cuenta el tema de la corresponsabilidad doméstica). Pese a la incorporación de la mujer al mercado laboral, pervive el desequilibrio en el rol doméstico, de forma que las mujeres dedicamos mucho menos tiempo que los hombres a las actividades productivas remuneradas y bastante más que éstos a las no remuneradas y de reproducción.
La discriminación salarial también es otro handicap con el que nos encontramos las mujeres. La encuesta de salarios de la Industria y los Servicios del Instituto Nacional de Empleo refleja una ganancia media por persona trabajadora y mes, inferior para las mujeres en un 30% en la CAV.
Cuando las mujeres realizamos un trabajo por cuenta ajena, generalmente son ocupaciones tradicionalmente femeninas peor pagadas y poco remuneradas. El 84% de las trabajadoras vascas se dedican al sector servicios (comercio, hostelería, sanidad, enseñanza...), el 13,3 % a la industria, el 1,7 % a al agricultura y el 0,9% a la construcción
El 77% de las personas que trabajan dentro de la economía sumergida son mujeres. El trabajo doméstico por cuenta ajena es una actividad proclive al trabajo encubierto. El 80% de estas trabajadoras cobra por debajo del Salario Mínimo Interprofesional, y además el 70% no cotiza a la Seguridad Social.
El paro se define en femenino doblando al masculino y siendo las mujeres jóvenes, especialmente las de la margen izquierda, quienes padecen las mayores tasas de paro.
Las políticas actuales del mercado laboral,
políticas de "flexibilización" nos venden el trabajo parcial como una solución que nos permite combinar un trabajo remunerado con nuestras responsabilidades domésticas. Bajo esta forma tan curiosa de apoyar a las mujeres para que se integren en el mercado/mundo laboral (sin abandonar el hogar) se esconden nuevas formas de explotación, ya que en la mayoría de los contratos de este tipo están excluidos de beneficios de convenio, de determinados programas sociales de la empresa y además suelen ofrecerse en horario incompatible con el trabajo doméstico, creando así nuevos problemas para las mujeres.
Por último,
la temporalidad es otro de los pilares de la precariedad. Contratos temporales que conllevan peores condiciones laborales para las trabajadoras eventuales que carecen de derechos básicos como el de vacaciones, permisos varios o la antigüedad.
*Las mujeres somos el colectivo más numeroso de los llamados "nuevos pobres" en el paro, en el trabajo en precario y sobre todo en los sectores con mayor riesgo de pobreza: mujeres separadas, familias monoparentales, pensionistas, viudas, jóvenes... Estos "nuevos pobres" definen a quienes aún con empleo, pensión, subsidio o ayuda social no contamos con los recursos suficientes para llevar una vida digna.
"Trabajo nunca nos falta. Lo que necesitamos son empleos estables y dignos"
Datos tomados del libro: "Rompamos el cerco de la exclusión" del colectivo Berri-Otxoak publicado por Likiniano Elkartea 2001